Guillermo Francella y Luisana Lopilato protagonizan Los que aman,odian, la adaptación de la novela de Bioy Casares y Silvina Ocampo, dirigida por Alejandro Maci. El fil acaba de estrenarse en las carteleras nacionales, aquí un poco de la historia, sus personajes y las primeras críticas.
El film consiste en un drama inspirado en la novela del mismo título que publicaron en 1946 Silvina Ocampo y su marido Adolfo Bioy Casares.
El guion es del propio director Maci y Esther Feldman conserva las características de un policial en el que un grupo acotado de personas permanece en un lugar aislado en el que ocurre una muerte misteriosa.
La historia
Corren los años cuarenta y el doctor Enrique Huberman (Guillermo Francella), médico homeópata, se toma unos días de vacaciones en el hotel que una prima suya (Marilú Marini) posee en Ostende, en la todavía agreste costa atlántica argentina. Huyendo de un desengaño amoroso, no espera encontrar allí a la mujer que es la causa de su mal de amores y en el pequeño hotel es imposible eludir su presencia.
Mary Fraga (Luisiana Lopilato), el objeto de los desvelos del doctor, está acompañada por su hermana Emilia (Justina Bustos), Atuel (Juan Minujín), el novio de ésta y un tutor (Mario Alarcón). Se encuentra allí otro huésped (Gonzalo Urtizberea) además de la dueña del hotel que comparte mesa todas las noches con los veraneantes, el pequeño sobrino de ésta y algún empleado. Cuando Mary aparece envenenada en su habitación habrá que dilucidar si se trata de un suicidio o de un crimen y de confirmarse éste último caso se torna evidente que habría un asesino entre los presentes en el alojamiento veraniego.
Mary es traductora de novelas -detalle que no resulta menor en la trama- y una seductora irremediable. Vanidosa en extremo, a ella lo que le gusta es gustar, según sus propias palabras. La narración se torna en un muestrario de pasiones humanas, tales como la envidia, la codicia, la venganza o el despecho, que podrían conducir a cometer un crimen.
La recreación de la época resulta sobresaliente tanto por los escenarios interiores como por los exteriores. Estos últimos expresan el aspecto de los establecimientos pioneros cuando las playas argentinas todavía no habían sido domesticadas y los médanos se movían según el capricho del viento y las mareas.